lunes, 28 de septiembre de 2009

IMÁGENES DE ESPEJOS

Sentada en el borde de la cama, (mi espalda se encorva con facilidad ahora) miro la imagen que me devuelve el espejo de la cómoda. Observo detenidamente el contorno reflejado en las paredes; los retratos, los veladores disímiles por roturas irrecuperables, y el ventilador, en el centro del techo, detenido a la espera del verano.


Apoyo mi mano en la fría superficie. Cierro los ojos y pienso hacia atrás, horas diferentes en un cuerpo joven, confiado, mañanas con chicos y escuela, noches en vela con anginas, días y años corriendo en el tiempo. Los chicos ya crecidos, sus vidas independientes, renovados temores, que no sufran, que no sufran.


Abro los ojos, la mujer sentada en la cama, ya no está ahí.
En cambio, un nuevo retrato muestra, en la pared de enfrente, a una anciana, sonriendo.

MARTÍN PESCADOR ME DEJARÁ PASAR, PASARÁ PASARÁ PERO NUNCA QUEDARÁ

Ese día él no llegó a horario. Otra vez, los fantasmas, el calvario de las sospechas dando vueltas en su cabeza.

Su amiga más querida la había aconsejado, pero no se animaba, no coincidía con su personalidad. Ah, si ella fuera como Laura, cómo llevaba su matrimonio, con inteligencia sin igual.

Tomó coraje, eligió ropa elegante y salió. La oficina de él no quedaba muy lejos del café donde concurría a diario, antes o después del trabajo. Ya desde la puerta lo divisó, casi al fondo, de espaldas, inclinándose sugerente hacia la mujer que sonreía. Decidió entrar, con paso distraído, deslizando la mirada a su alrededor. Por último, se ubicó en una mesa lateral y elevando la voz le dijo al mozo, voy al toilette, espero a alguien, por favor, tráigame un martini.

Al regresar, ya no estaba, cobarde. Caminó varias cuadras antes de volver a su casa, qué le diría. Cuando puso la llave en la cerradura, le salió al encuentro ansioso, hola, qué tal, llegué y me extrañó no verte, alguna salida imprevista. Ella lo miró un momento y dijo, no, fue algo planeado, tal vez olvidé mencionarlo. Y ahí quedó todo. Cobarde. Una sensación de bienestar la colmó, ahora era él quien sufría, no saber, sospechar. Insoportable. Como ella lo había vivido. Y pensó, me anticiparé a sus traiciones, lo atormentaré con los celos. A partir de hoy, pasará, pasará, y jamás lo sabrá.

ALLÁ EN ITALIA

En sus últimos días, él me hablaba de su pueblito natal, allá en Italia. Relataba anécdotas de sus viajes diarios al monte, para que las cabras retozaran. Quiero hacer memoria para repetir alguna de esas historias, pero sólo recuerdo su cara, su mirada perdida, como si ya no estuviera acá, como si la inminencia de su partida final lo hubiera depositado otra vez en la infancia.


-Cómo, ¿ya te vas tan rápido?


Su pregunta me sorprendió, siempre me decía:


-Andá, que tenés que hacer, yo estoy bien.


No quise darme cuenta de que ya no podía seguir con
nosotros mucho tiempo más, por eso la urgencia de contar lo que en su mente todavía quedaba intacto, el pueblito, un libro leído de apuro, mientras el sol se filtraba desde algún pequeño arbusto, cobijándolo en su descanso, después del almuerzo frugal que su madre le había preparado muy temprano, antes de subir al monte.


Ahora, cuando alguien cercano, comienza a reiterar sus historias de infancia, presto mucha atención, me quedo a su lado todo lo que puedo y más, en tu homenaje, papá.

EL TIEMPO EN CINCO PASOS

El conoció a la que sería su esposa, en vacaciones, “cruzando el charco”. Ella tenía el nombre del color de la arena. La gran capelina, que cubría su larga cabellera ondulada y oscura, coronaba a una verdadera belleza uruguaya. El retorno fue una tortura, hasta que los planes llevados a cabo, dieron su fruto. Ella, después de varias cartas de ida y vuelta, consintió en venir a casarse, enamorada de su lenguaje florido. Claro que el autor no era el novio que había conocido, sino un amigo que ofició de Cyrano para salvar la situación.


Al año y medio de la boda, nació una rechoncha beba; nunca fue en las fotos tan favorecida como en la realidad. Con el tiempo, se comprobaría que era debido a su gran carisma, motivo del despertar de numerosas pasiones no correspondidas, en varios admiradores desahuciados. Tal vez una vista algo defectuosa, la llevó a elegir al menos indicado para compartir su vida y formar una familia.


Esto en lo referente a la niña. Al año y medio posterior a ese nacimiento, llegó al mundo el que sería su hermano y contrafigura eterna. Tanto como ella era obediente, delicada y afectuosa, él se presentaría como rebelde, bruto y retorcido, para el resto de la relación fraternal. Nunca pudieron congeniar, a pesar de algunos intentos de uno u otro lado.


Aunque en esta historia sólo nos hemos extendido acerca de cuatro personajes, no debemos olvidar al quinto y principal protagonista. Sin sus encendidas misivas de amor, no habrían podido cumplir con su destino.

viernes, 21 de noviembre de 2008

DESPEDIDA 2008

Escenario, luces y sonido, impecables. Los participantes, elegantes y de buen humor, nos fuimos ubicando, unos y otros, interrumpiendo algunas charlas simultáneas, iniciadas al unísono, para volver a retomarlas una vez que los recién llegados hacían su saludo y desde el punto en que habían quedado. Las cabezas giraban hacia uno u otro interlocutor y asentían, pretendiendo estar al tanto de lo que cada uno expresaba. Nerviosismo lógico de los que, ante la inminencia de su aparición allá arriba, entre micrófonos, tendríamos que leer nuestros trabajos.

Ascender por la escalera lateral, no fue mucho más tranquilizador que hacerlo por la del frente, ambas estaban peligrosamente desbarandadas, para las abuelas y las no tanto. Los muchachos y los no tanto, suplieron esa falta con esmero, brindándonos su mano gentil.

Cada lectura, recibía su aplauso y renovaba el entusiasmo de los que le seguían en orden. Hubo un intervalo, enriquecido por un virtuoso solista de guitarra y tres fragmentos de bellas melodías. Fue una velada cálida, solidaria, entretenida y variada. Los alumnos de guitarra, junto a sus profesores, coronaron la programación con un popurrí de acertadas interpretaciones. Por último, recibimos nuestros diplomas de concurrentes al taller, como jóvenes estudiantes recién egresados. Gracias, gracias a los que dispusieron y llevaron a cabo esta muestra. En especial, a nuestra profesora, Marisa Cucullu. Creo que mi sentimiento es compartido por todos.

¡Hasta el año que viene!


Cristina Scarlato

miércoles, 19 de noviembre de 2008

TINIEBLAS...

Mis pasos me van llevando despacio, no puedo ver un metro más adelante. Todas esas tontas ilusiones, hoy parecen formar parte de un cuento leído de pequeña, conservado en mi memoria para siempre. Luces difusas, me dicen que la niebla aumenta, a medida que avanzo.

Su cabeza inclinada, su pelo rubio encanecido, tan cerca de mis manos, y sin embargo, tan lejos ya de mi propia vida. Lo miré largamente y no pude decirle nada, yo nunca había tenido un lugar en su corazón. La mujer a quien él había amado, acababa de morir. Dejé caer mi cuerpo, agotado por el esfuerzo, en una de las sillas. Aguardé a que desfilaran todos los que querían dar sus condolencias y luego, tomando de la mesa una de las tarjetas, salí a la calle. Las tinieblas me envolvieron. Y acá estoy, caminando sin rumbo, en mis ojos, el fuego abrasador de lágrimas que no se deciden a salir. Tropiezo con algo y miro hacia abajo. Apenas se ven, de chiquitos que son: dos, tres, ¿cuatro? La madre se acerca y me huele desconfiada, “¿esta extraña será de ayuda?” Con mucho cuidado, los tomo en mis brazos, ella me sigue de cerca. Llego hasta la esquina y casi no veo la de enfrente, supuestamente ahí tendría que estar la veterinaria. Los miro, desvalidos, hambrientos y me veo a mí misma, así me siento. Cuando cambia el semáforo, cruzo y la perra detrás. Ambas entramos al local y entre las dos, decidimos un futuro en común.


Cristina Scarlato

lunes, 17 de noviembre de 2008

AQUEL DÍA

Mirando el cielo
aquel día
parecíame ver
un fondo de mar azul
El oeste presagiaba tormenta
pájaros rodaban como peces
en el aire enrarecido
pájaros
que no lograban orientarse para huir del vendaval
Algo
condicionaba su vuelo
Algo
los impulsaba a una loca carrera
sin rumbo
ni respiro
Pude comprobarlo
cuando en plena claridad
la bandada desapareció
dejándome absorta
en el vacío.


Cristina Scarlato